jueves, 30 de mayo de 2013

Manhattan (I)




Ella: Mira, allí está Saturno. Saturno es el sexto planeta
del sistema solar. ¿Cuántos satélites de Saturno puedes nombrar? Está Mimas, Titán, Dione, Hiperión...

Él: No puedo nombrar ninguno. Por suerte, nunca surgen en mis conversaciones.

Ella: Hechos. Sí, tengo millones de hechos en la punta de la lengua.

Él: Así es, y no significan nada, ¿verdad? Porque nada que valga la pena saberse puede ser entendido con la mente. Todo lo que en verdad es valioso debe entrar por una abertura diferente… si me perdonas el uso del asqueroso lenguaje figurado.

Ella: Yo no estoy de acuerdo. ¿Dónde estaríamos sin el pensamiento racional?

Él: Confías demasiado en tu cerebro. Yo creo que el cerebro
es el órgano más sobreestimado.

 

martes, 28 de mayo de 2013

Escuela para ciegos - Fernando Garriga


Hace poco más de un año, empecé a seguir un blog titulado Un mundo hecho de dogos y de Lauras. A simple vista, un señor al que no conocía narraba sus venturas y desventuras con la mujer a la que amaba, llamada como en el blog, Laura. Como las historias transcurrían en entregas y me gustaron, empecé a seguirlo. Después descubrí, no sólo que el bloggero en cuestión tenía un gran talento en lo que a la escritura se refiere, sino que además era un tipo de gran corazón. ¿Cómo lo sé? y bueno, son esas cosas que no se saben, que intuitivamente se saben, que percibimos a través de las letras tantos que solamente nos conocemos a través de estos blogs y que quizás - casi seguro - nunca lleguemos a vernos las caras.
Este libro llegó a mis manos después de enterarme que este buen señor, llamado Fernando Garriga, firmó contrato con una Editorial para una tirada de 200 ejemplares. Mi madre viajaba a Buenos Aires por la Feria del Libro y me apuré a pedirle uno. Y así termina esta historia.

La otra comienza con la lectura del libro, que me llena de satisfacción porque libros de una escritura tan honesta como ésta se ven pocas veces. A partir del primer cuentito (que leí en la puerta de la oficina de un contador en horario laboral) quedé muy enganchada. Todavía en la primera parte, ya adivino la humanidad detrás de cada uno de sus personajes. Libro que ya quiero mucho y por el cual estoy muy agradecida. Al igual que por una amistad hecha de letras, de paseos y visitas, que le da alegría al corazón.

Gracias, Garriga.



 Siempre que estoy en un lugar con paisaje y horizonte, pienso en los aborígenes. ¿Cómo sería su mundo cuando no estábamos nosotros, los españoles? ¡Qué perfecta sensación de inmensidad debían sentir cuando llegaban a esas playas! ¡Qué soledad! ¿Para ésto hicimos la conquista? ¿Para andar en quads? Algún día me gustaría escribir una novela sobre los aborígenes (...) Qué lindo debe de haber sido andar por aquí cuando no había llegado nadie a mearnos las orillas. A matar, a traer sus dioses y sus enfermedades. Leí que los tehuelches y los querandíes no se sometieron tan fácil. Debo averiguar. En eso se acercaron Regina y Ceci.

— ¡Ey! - me gritaron - ¿en qué estás pensando, escritora?
— Nada, en un cuento.
— ¿Estoy yo? - preguntó Ceci - ¿Aparezco en el cuento?

Me di cuenta de que me lo preguntaba en serio.


Fragmento de Costa del Este.










miércoles, 22 de mayo de 2013

Trudly, Madly, Deeply *










No me gusta cuando nos resistimos a lo que somos
sino cuando nos relacionamos con todo lo que es nuestro Ser.
No me gusta cuando negamos esas cosas que surgen,
tan de pronto, y nos condenamos al mutismo, involuntariamente.

Somos lo que elegimos ser, a cada instante
pero... ¿para que detenerse a pensar en eso?
Es ésto lo que soy, es ésto lo que me sale.

Quiero encontrarte pero antes debo encontrarme a mí:
ahí estoy, entre esos hilos de colores, esas hojas amaderadas,
esa sonrisa
quiero relacionarme con vos
desde la sincera alegría...
de éste corazón.




* Título de la canción de Savage Garden.
 Fotografías de Shlomi Nissim.

sábado, 18 de mayo de 2013

Jai guru deva om






Hubo un tiempo en donde no nos importaban
los trenes tardíos, las llegadas a deshora,
los horarios de mañana.

Quizás ese sea el anhelo:
una mente que ya no esté supeditada
a los "vaivenes temporalísticos"

Un ser sumergido en el vacío espacial
del no-significante.
Pero donde podemos ir
en busca del globo rojo que se perdió.

Porque en realidad no se perdió,
sigue ahí, en el lugar donde no nos esforzamos por encontrarlo.



Más allá de nuestras asperezas cotidianas,
sabemos que la vida busca su casa
en nosotros mismos, para reflejarla afuera.

- No es lo mismo estar solo que estar conmigo,
me dijo un amigo hoy.

Y no va a ser lo mismo mi tarde después de compartir con vos,
que si hubiera estado sola mirando la tele.

Uno es, también lo que es gracias al otro.
y la figura del otro, a veces demonizada, a veces rechazada,
no es más que un reflejo que nos dice cosas sobre nosotros mismos.

Lo que sostenemos en nuestro mundo,
es lo que somos.
También las cosas que rechazamos y dejamos atrás.

No hace falta seguir pataleando
cuando uno aprendió a flotar.



jueves, 16 de mayo de 2013

Pedacito de locura


Ella agarra el lápiz. Quire dibujar. No sabe qué. Deja el lápiz, se sienta al piano. Una melodía está por llegar. Lenta, parsimoniosamente. Las dudas la invaden. Llega la inquietud después. Ella necesita algo. No sabe qué. Pintar con otros colores, bailar la rumba en el techo, escuchar Radiohead.
La mente es inquieta y le miente. Pero ella siempre le creyó. Y un día cualquiera, enloqueció.


Paréntesis IV


"La locura de una persona es la realidad de otra". Tim Burton


lunes, 13 de mayo de 2013

Pedacito de cielo


- Que me abandonen todas, si quieren - me dijo él. 
Habíamos terminado de juntar unas cajas para llevar a su nueva casa. Él se estaba mudando en medio del desconsuelo, las horas inadecuadas del flete, los libros llenos de polvo que faltaban.
Yo lo miré con curiosidad. Parecía como si  lo hubieran avejentado los años al lado de Mariana. Me dijo que un día se cansó de esa casa llena de silencio. Había dejado de escribir. Había dejado de componer. Se estaba muriendo. Mariana no le hablaba. Mariana no hablaba de nada. Después de muchos años de relación, él se había cansado de su silencio. De no ser confidente. De no compartir palabras fuera de las palabras de rutina.
- A veces - le dije yo - dos personas pueden vivir en una misma casa sin encontrarse en ninguna de las habitaciones.
- Sin encontrarse nunca - agregó él. 
Yo me callé. Acababa de llegar el flete.
- Que me abandonen todas, si quieren - dijo él. Y agregó - Las necesarias para que no vuelva a perderme yo mismo.